- En éstos tiempos su señoría debemos ser breves, pido a usted lea la sentencia antes del juicio y aprestemos el arma del verdugo contra éste forajido, sus crímenes no tienen perdón y es menester hacer justicia con su sangre en ésta honorable sala.
- No hace falta su prisa, señor abogado, el acusado voluntariamente se ha suicidado, parece que no existe peor juez y mejor verdugo que la culpa.
- Ese hombre merecía vivir, en éste mundo que solo es sensible a los propios intereses el aprendió a reconocer sus culpas. Dijo el secretario.
-¡Aquí no se pone en duda la jurisprudencia!
- No, señor juez, aquí se pone en duda nuestras dos morales.
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