24 ago 2011

Armonias

Ya no era tan libre, la había besado mucho durante el fin de semana, cada vez con pasión, con más ansiedad, con el esfuerzo inútil de llevarla a mi corazón, a mi vida, con el afán de enamorarme un poco. Mi corazón latía, desesperado por amarla, ella que no me conocía me daba su calor, creyendo que tocaba aprisa el alma, y yo abrasado por su ardor, solo podía desearla, como se desea aplacar un apetito o un insomnio.

No quise tocarla, no era ese día que debiera desprenderla de sus rumores y su virtud de doncella, quizá un día ya con menos esencia, embriagado de sus encantos, podría olvidar un poco que mi corazón dolía repleto de sentimientos, indigestado de amores incompletos, ahogado en el desorden de mis anhelos, menos culpable de acariciar con palabras dulces a una mujer con dieciocho primaveras.

Ella jamás notará mi vileza, estará entre flores, entre poesías, entre románticas cenas, apabullada con amores de cuentos y princesas, todo ésto con la precisión de una cirugía para no ilusionar su corazón. Tu me llamarás ingenuo, inocente y necio. Yo la escogí por eso, porque sabe vivir pasiones fugaces, porque una noche quizá el próximo fin de semana, me vuelva eterno en su vida.

- o -

Y menos me reconozco, frío, insensible, con una premisa tan intrascendente y tan vana, pero quizá tan humana. Amar a muchas, mientras dure, mientras el vacío corroa esa esencia responsable de tanto dolor insoportable. Voy caminando elegantemente a mi fatal destino.

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