18 ago 2011

Finales

Ésta historia comienza un día, que encontré una hebra salida de mi corazón y curioso empecé a estirarla.

La cama está servida, solo escucho el instante que el segundero de mi reloj detiene su marcha. Miro al techo, como siempre miro cuando deseo ver estrellas y un necesario vicio humano obstruye mi hambre, paso la lengua por mis labios, siento sed en el alma.

La escandalosa imperfección de un acabado hecho a la prisa de mi ansiedad pone mis ojos en el vacío, el deseo de que alguna vez tu olor dulce se quedara impregnado en las sabanas me empalaga. Saturado de anhelos me quedo dormido un tiempo.

-o-

Mis ojos se abren lentamente y un ligero mareo distorsiona mi conciencia. Una humedad sin lágrimas acompaña un ligero ardor en los párpados. Me duele todo el lado izquierdo desde el pecho hasta el más pequeño de los dedos de mi pie, contemplo un segundo la basura de mi cuarto, las fotografías rotas, las cartas quemadas. Pero lo peor de todo es esa sensación de vivir los instantes más patéticos de mi existencia.

Una mirada de reojo al espejo me espantó, no reconocía al rostro que proyectaba, sería la resaca que se escribía tan claro en los labios blancos y deshidratados, el desvelo en los ojos, la mueca estática sin mover un musculo como de vegetal seco, ya no era yo.

Hubiera sido fácil suicidarme ese día, pero sin ti, no hacía falta, ya estaba muerto.

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