Hoy el sol me acaricia buscando en mi inspiración escribir el mejor poema del mundo, la frase que llegue y cale hondo, pero a la suma de mis pasiones, prefiero regalar el silencio más ruidoso del mundo. Mi vida clama a la poesía de los vértices de labios y princesas, y es preciso relatarlos y vivirlos sin ayer y sin mañana.
Por eso y con mis facultades mentales aún fijas en la rareza que me caracteriza, solo le daré un lugar en mi vida, a quien me de el equivalente en la suya. No soporto la mediocridad del destino, porque ya no confío en la magia de ninguna estrella, y prefiero ahora hacer con mis manos mis hechizos.
Ahora la pasión se multiplica y decido ya no ser el narrador de los milagros que miro, prefiero ser parte de la intensidad de lo que mis labios construyan en la espalda de quien quiera probarlos, solo por esa razón puedo olvidarme completamente de lo que me tenga que olvidar.
Yo no quiero sobrevivir con las migajas del amor, de la atención y de los mejores deseos, porque sabes, que yo me muero todos los días. La vida es un alegre vaivén, entre la intensidad y la rutina, sembrar en el corazón de quien amas con una palabra un suspiro, cosecharlo con el silencio de la brisa, con el mar que toca la playa, con las estrellas que mudas, siempre iluminan.
Es tiempo de dar clases a la práctica de lo que más he estudiado, la del amor verdadero.
Y me reconozco con el corazón ya ocupado,
feliz soy por haber amado, hasta donde fui.
triste por tener tan poco que dar, sin quitar algo,
trascendente al fin, porque solo lo mejor quedará aquí.
Escribe conmigo un recuerdo de lo que fue una historia,
ayúdame a destruir las quimeras, que sea oscuro lo que no es luz,
que amemos tanto tu y yo, que nos arrepintamos de todo ésto,
que cada beso y cada orgasmo, diluya cualquier duda.
En mi vida ya no cabe la tibieza, quiero ser radicalmente feliz,
hacer de la piel un manjar, que cubierto de miel, devore.
darle la autenticidad con palabras dulces, a un rico desliz.
soy materia prima, para que quien quiere trascender en mi, lo logre.
Ser el domador de fieras, el malabarista de sueños, el payaso de circo,
que por amor, tenga un auditorio curioso, envidioso y algo pervertido.
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