7 oct 2011

Realidades

Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.
Joaquin Ramón Martinez Sabina.

Suficientes besos fueron los necesarios para entender el camino errado, la falta de amor, la inútil costumbre de quererse querer y no poder hacerlo.
Antes de ella, yo creía que la peor sensación era recibir un beso repleto de dudas con el primer te quiero, después de tantos te amo. Me faltaba vivir.
La peor sensación hasta ahora, es la que produce la desesperación de besar y no sentir pasión, ni amor ese vacío que cala en el escaldado corazón. Ese hastío en el alma.

¿En que tienda puedo devolverle la virginidad al corazón?, ¿Donde puedo desocuparlo y maldecir cada uno de sus amores y desamores? ¿Donde se cura el alma cuando está escaldada?, Si es el ansia de vivir un sueño, la incorrecta manera de vivir. Si el amor existe, pero no es para todos, si es tiempo de resignarse a que la vida no tendrá un sabor siendo únicamente la pasión un hábito necesario para sobrevivir ya muerto.

No se puede llorar lo que no se siente, No se puede sentir tristeza cuando no hubo amor, No se puede querer un mañana, cuando el hoy no sabe a nada. Hasta las letras dejan de sonar bellas y dejan de ser un poema para ser el más aburrido ensayo de quejas, hasta pierdo mi voz ante la apabullante realidad ante el tono sepia de la vida, ante el aburrido devenir cada mañana.

El limbo es el hogar de los que no aman, a los que no les importa ni la vida ni la muerte, ni el aroma del perfume, ni la suerte. A los que les es indiferente la revolución y el arcoiris, los que no entienden de utilidad de la belleza, y ya ni siquiera pueden sentir odio. Los conceptos se rompen en un abismo, que no parece abismo.

Supongo que me salió cara la medicina para liquidar el parásito que me atormentaba y me paró al corazón, y me quitó la rabia. Debo entender que la luna ya no sale en mi ventana, que las estrellas no son deseos, ni el amor una llamarada. Ya no es una lagrima una respuesta, ni una sonrisa lo que hace falta. Terminó la fantasía el deseo, y la prisión, solo queda una vida inerte sin pasión.

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