17 may 2011

Don Margarito


Don Margarito es un hombre celebre en El Tule , todos lo llaman tío y lo dicen bien pues al ser de los hombres mas viejos en un pueblo donde casi todos comparten un apellido, el parentesco se lleva en la sangre y en la piel.

Pasa las horas agazapado en una esquina de su corral para cerdos, sentado en un banco pequeño, a sus pies una bandeja de plástico azul con la orilla rota, el siempre con la cabeza agachada y la mirada perdida, las manos aprendieron hace más de siete décadas la forma de desgranar elotes y desde hacía tiempo era su principal actividad.

Con ochenta y cuatro años era ya imposible cuidar ganado, sus pasos tranquilos pero ya un poco lerdos se miraban poco por el pueblo desde hacía tiempo. Ocasionalmente cuando algún fuereño llamaba a gritos afuera de su casa, nadie respondía, si era mucha la urgencia entraban por un corral de gallinas hasta la puerta de su hogar y después de repetidos llamados y de haber terminado con la paciencia del visitante, aparecía la cabeza de Don Margarito sobre la cerca de metro y medio de altura.

Eran muchos los pensaban que por su edad se le había cansado el oído, pero la realidad era que cuando alguien visitaba improvisadamente su hogar, ahí agachado en el rincón además de desgranar elote lloraba amargamente y era su demora el tiempo necesario para retirar un par de lagrimas por la perdida de su mujer, con la que había compartido más de cincuenta años de su vida, la que le dio nueve hijos y la que había partido hace apenas un año después de pasar varios meses enferma en cama.

Doña Zenaida fue una mujer muy religiosa, encargada de la capilla por mas de tres décadas, su enfermedad apareció de pronto y la agravó en poco tiempo, un día dejó solo al único viudo del pueblo, ésto porque la cultura no le perdona por mucho tiempo la vida a un viejo que ha perdido a su compañera, no así las viudas que viven muchos años después de que la muerte se lleva repentinamente a su compañero, será la debilidad o la dependencia, la que le de la gracia a un viejo de padecer poco tiempo el delirio de la soledad y darle el regalo de la muerte.

Pasan y pasarán los días donde Don Margarito siga agazapado desgranando elote, recordando con lagrimas a Doña Zenaida, extrañando la perdida y añorando el momento de un reencuentro en otro universo, con la esperanza de consuelo a las ojeras cada vez más grandes, a la ropa que queda cada vez mas holgada porque a veces el luto hace que se olvide el hambre y que se olvide el sueño, y es quizá hasta el momento donde el cuerpo inerte encuentra en el reposo de la tierra, cuando se escribe la ultima letra del amor humano.


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