Condiciones muy adversas acompañaron los últimos días previo a la experiencia, lo laboral liquidaba mis energías, con cambios de última hora a las etiquetas de Rusia, vaya que se han quejado de todo menos de ti, que vas sin prisa de viaje con ellos a su inconsciencia. El estrés de estar incomunicado toda la semana consumía a ratos mi consciencia, sólo la luna y la fe arropaban con confianza la esperanza que nada pasara en mi ausencia.
Llegué a Durango justo al iniciar el sábado, tenia seis horas para comer, empacar y dormir un poco. Después de un asalto donde pierdes casi todas las prendas que tienes es fácil elegir que empacar, sabes que es a veces tan excitante saber que tus pertenencias y tu vida caben en una mochila de campismo, esa sensación de salir llevando a los hombros solo lo que eres y lo que tienes, volver a empezar con la gratitud de tener la vida sin mirar atrás los bienes materiales perdidos.
Han pasado ya tres años desde que estoy fuera y apesar de la premura y la aparente prisa, cené con mi madre y jugué por primera vez una partida de ajedrez con mi hermana, es el amor de mi familia lo que me mantiene vivo y por lo que a veces me da miedo la muerte, gracias a ellos es que hago menos locuras de las que podría, para evitar un sobresalto en el corazón amoroso de la gente que aún sin conocer todos mis abismos ni todas las cimas de mi alma, me ama.
Empacar de mal humor es una clásica de mis reacciones, ésta vez era preciso ir más ligero que de costumbre para si era necesario recorrer a pie los pueblos. Prenda a prenda se fue llenando la mochila, era ropa, pocos artículos personales, un solo libro (El catecismo) por eso del dogma y la esperanza de recibir muchas respuestas.
Llegó la hora de partir al colegio...
No hay comentarios:
Publicar un comentario