14 mar 2011

Amor de locos.

Fue en septiembre, cuando uno de los días mas importantes para mi familia en el festejo de los quince años de la integrante menor aprendí en un solo fin de semana mucho de amor, del práctico no del de la poesía.

Para tal evento familiar y debido a mi lejanía con todos los aspectos de la organización y la vida, a ella solo le pedí que comprara la ofrenda para la misa y un par de botellas para la fiesta para mis mesas.

Ella llego tarde, no mucho antes de que fuera el ofertorio donde la canasta con vino y hostias para consagrar debían entregarse, hacia tanto tiempo que no me estresaba tanto. No la saludé tan bien, pero me contuve y fui con otros amigos por el vino dulce para el brindis que yo dirigiría.

Ya con la bebida en el salón, esperé y esperé tanto su llegada, le llamé un par de veces y estaba en una labor de precopeo que me enojó mucho, mi familia que es reservada por naturaleza me preguntaba tanto y tanto por ella. Yo me sentía desilusionado, apenado, triste.

Llegó creo justo antes del brindis, ya habiendo pasado la entrada, terminé con el discurso y me dirigí a la mesa. Me senté y después de saludarla me informó que había roto una de las botellas que le encargué y mas allá del valor del alcohol derramado, me sentí defraudado.

Con el paso de la fiesta rogué en mucho su atención, era uno de esos raros días de mi vida que quería bailar, en mucho para callar la situación familiar que aunque no me decía nada observaba con desacuerdo. Bailó conmigo apesar de tener los pies ampollados, creí que veía la luz.

Ella bebió mucho y rápido, me sentí un tanto ignorado y comenzamos a discutir, llegó la hora en que tenía que retirarse para regresar a sus dos amigas las cuales tenían que llegar temprano. Le pedí que se quedara ella no lo aceptaba, y le pedí que regresara después de llevarlas.

Mis intentos fueron inutiles, se fue y yo me quedé preocupado por su seguridad ya que manejaría de lado a lado de la ciudad con varias copas encima, me senté en la banqueta y nada supe ya, estaba tan cegado, tan desencantado, tan fuera de mi, en una situación que en otro tiempo o en cualquier otra situación no habría tolerado.

Supongo que cuando bajaron los efectos alcoholicos le llegó algo de remordimiento y recibí varios mensajes donde se intuía que quería regresar, le dije que no. La decisión estaba tomada, esa relación debía terminar, era demasiado.

Le dije por mensaje que necesitaba hablar con ella urgentemente ese mismo domingo, era una necesidad apremiante. Vestía ya el traje de sepulturero de un amor que había herido mi amor, mi vida, mi familia, mi orgullo. Tenía que terminar.

Unas horas después en las que casi no pude conciliar el sueño y ya revestidos con el sol de mediodía fui por ella para invitarla a comer. Sería sushi nuestra ultima comida yo pensaba mientras conducía serio con la mirada perdida.

Mientras comíamos, comencé a hablar y le expresé todas mis quejas, lo sucedido el día anterior, lo tan disgustado y triste que había estado. Luego le pregunté si ella quería terminar la relación en ese momento, que si conscientemente me estaba haciendo ese daño para que la terminara yo.

Ella lo negó con todas sus letras puso una cara de preocupación y de incapacidad de amar, pero en sus ojos había mucho, pero mucho amor. Sin embargo no era suficiente, y yo como juez implacable le dije que yo tenía la percepción de que no me conocía apesar del año y fracción que llevábamos juntos.

Mis colores favoritos, mis músicos favoritos de los pocos poemas que le escribí cuales le habían gustado más. Rezó los colores sin problema, luego se angustiaba a sí misma cuando trataba de recordar los nombres de Sabina o Lazcano Malo, nombres que no pudo recordar, aún cuando algunas canciones de ellos se las dediqué alguna vez.

No supo decir ni una sola frase de uno de los quizá menos de veinte poemas que le escribí en todo el tiempo que llevabamos juntos, pero esa cara de angustia me liquidaba, veía en sus ojos y en su corazón que ella me amaba con todo lo que tenía, que quizá no tenía la capacidad total para entender mi complejidad, que definitivamente ella no me amaba como yo quería, pero que definitivamente me amaba.

Esa tarde no terminé la relación, no podía terminar con alguien que aunque ineficazmente me amaba, me amaba con todo su ser y toda la capacidad que tenía.

Otro día te cuento, otra pieza de éste cuento, que es motivo y razón para cambiar mi forma de ver al amor como un arte que se perfecciona y como somos pocos quienes luchamos por amar mas y mejor a quienes nos regalan su ser.


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