Resistencia de fuego.

Con la sabiduría uno aprende que cambiar al mundo implica en mucho el poder cambiarnos a nosotros mismos, único objeto del que tenemos un efímero control o dominio. Y es verdad que mover un solo grado nuestra existencia implica un esfuerzo enorme, es titánico y visceral una música difícil de tocar.

Sin embargo preciosa, tu y yo no nos conformamos con ser buenas excepciones, tenemos mayor ambición y buscamos curar cuerpos y curar almas, hacer la diferencia a cada paso, trascender y cambiar al mundo, componer a lo largo de la existencia una fuerza enorme, que un día sin previo aviso, cambie al mundo.

El arte de ser trascendente es tocar primero el corazón, luego el cerebro con una idea atractiva, con una duda, con una prosa que cale hondo, con una rima que sorprenda que se vuelva antojo. Una idea en el espíritu adecuado es más peligrosa que una revolución, porque crece, se hace deseo de fuego, luego un día, apesar de la resistencia humana, se vuelve necesidad.

Porque realmente ni tu ni yo nos necesitábamos antes, nunca fuimos amigos pero siempre fuimos mutua idea de cambio, de sueño. Dulce empatía que derramando tantas lagrimas me ha deshecho, amarga agonía que derramando tantas risas me ha vuelto rico. No me necesitas ni a mi, ni nadie, sin embargo yo todavía a veces te sueño, y quizá tu a mi.

El amor esa sabio implica una renuncia, pero jamás la renuncia a un sueño, a redescubrir con pasión otras latitudes y pliegues del alma, a luchar contra los imposibles, definir como necesidad una locura, porque el amor, el verdadero amor, no calla ni desespera, ni es sugestión, es una pasión que no dura un tiempo, y cada día es una lucha no un antecedente ni un mediocre remedio, por eso de ti me alejo.

La mejor forma de valorar un poema, es cuando no se tiene. Y no es que yo no te extrañe a ti pero quizá sin mi puedas ir apreciando mejor, tanto que para mi es tan claro.