Y es verdad que existe la injusticia, cuando solo se pone pasión a un poema cuando un amor falla, cuando una duda asola, para ser solo un analgésico para el alma.
Para tranquilizar con palabras dulces la pesadumbre de un corazón asolado por la duda, o por la villanía del que desprecia el alma, porque la que con mi sangre pagaría.
Y pago... cuando a la distancia extraño el beso que todos los días sueño y que nunca te dí, con el que decido levantarme de la cama, creyendo en una esperanza, esa calma.
Con esa hipocresía de leer alimentando inevitablemente el vanidoso ego y un ruin sueño, cuando jamás te has soñado a mi lado, ni deseas ser luz, que a mi alma iluminaría.
Soy solo el margen entre dos suspiros tuyos, la almohada que abrazas a veces cuando llegas a tu cama, el callado deseo de robar mis ojos para entender como te veo.
El peor y el mejor secreto, el que por tanto muere en la soledad de un cuarto viejo, con el llanto de la nostalgia muerto por la enfermedad de la melancolía.
Es triste aún a veces cuando revestido de agonía, te busco y te pienso tan inmerso en ti, casi muerto y temblando de frío congelado por un amor níveo.
Ilegal canalla, por todos tan perseguido, eterno fugitivo amoroso, cuando amar fue su pecado y su perdición, donde ofrendó su vida como pago a esa tropelía.
Tesoro perdido en tantas letras que a la Musa empachan, que lee de prisa, siempre con una prisa que me desespera, como si por hacerlo rápido no te lo quedaras.
Si tuya es cada una de las piezas de mi alma, que se trazan con versos, aunque te den a veces sueño, que curiosa deseas, que lees rápido para olvidar pronto.
Fuego al que con miedo invocamos, cuando nos atrevemos a viajar al infinito, donde todavía está una estrella que te ofrecí ayer, con la esperanza de que la amaras.
Mujer callada, quizá si hablaras romperías tu encanto, bella dama precisa para querer, tierna criatura, pasión que canta, a la que le verso, a la que quiero tanto.
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