29 mar 2011

Infancias




El domingo encontré un libro, que puede justificar en mucho mis procederes, mi existencia, mi vida, mis pasiones, en esas hojas se puede encontrar mi verdadera esencia, es un libro del que solo existe un único ejemplar, y para que sea como la suave ironía, ese libro tiene pocas letras, es más bien un libro gráfico.

En el está retratada mi infancia, esos pequeños años donde recogía con mi abuela flores moradas como las de la foto, que se adornaban solas en la tela ciclónica que protegía las bodegas donde trabajaba mi padre en Villa Unión, Poanas, donde vivía una casa expresamente dedicada para la familía del jefe de esa zona, una de esas imagenes me retrata con mi sombrero, uno pequeño como yo lo era cuando tenia tres o cuatro años, un overol de mezclilla con una bolsa bordada en el frente y mis botines nada de eso podía faltar.

Hace mucho que no veo esas flores que acostumbran aparecer en el verano y ese tierna imagen con mi abuela solo existe en mi memoria, porque ninguna cámara la captó, sin embargo existe como joya en mis recuerdos y ahora en éstas letras. Hoy por más que busco no encuentro en el camino ninguna de esas flores, quizá me hace falta la mano de mi abuela que hace tantos años me guiaba o quizá sea, que me canso de buscar a veces, con los ojos, la imagen que se me ha clavado en el corazón desde hace un rato, la de una flor que un día con suerte para mi, se vistió de morado.


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